El enclave estratégico de Rueda de Jalón dentro del fértil valle fluvial que le da nombre, ha constituido desde los tiempos más remotos un halo de vida y de posibilidad humana. Así, ya desde el Paleolítico Inferior (antes del 100000 de la era en que vivimos), y cuando los trazos del hombre eran de cazador-recolector, encontramos algunos yacimientos entre Rueda de Jalón y Pozuelo de Aragón caracterizados por sus lascas de sílex. Y si avanzamos por el tiempo prehistórico, en los lindes entre el Paleolítico Inferior y Superior (alrededor del 50000 a. C.) aparece la huella de la raza Neandertal en las cercanías de la Rueda de Jalón de hoy, en la Paridera de la Condesa; esos humanos, de costumbres rudas que vivían al aire libre y que se agrupaban en hordas sin estructura social ni jefes, nos han dejado gran variedad de utensilios líticos. Y sobre la persistencia humana en asentarse por estas tierras no hay dudas, siendo una constante por el transcurrir de los miles de años prehistóricos, pudiendo hablar, ya en época más cercana, de un poblado dentro del bronce pleno (entre 2500 y 1000 a. C.), el de Cabezo del Azud: se abandona el nomadismo, surge el derecho de propiedad y se practican enterramientos en cuevas… entre otros posibles caracteres.

De la época romana no se sabe mucho pero sí lo suficiente para detectar su influencia, hablamos de las enredadas infraestructuras de carácter termal del Azud de Rueda de Jalón (siglos I-II d.C.). Asimismo, una de las rutas de comunicación entre Cesaraugusta (Zaragoza) y Emerita Augusta (Mérida) era el propio río Jalón e, ineludiblemente, había que pasar por Rueda… Y además, los vestigios romanos hallados en la vecina Urrea de Jalón nos hacen pensar en transacciones comerciales e influencias culturales.

Pero si algo ha dado relevancia y significación a la Historia de Rueda de Jalón, debiendo figurar en cualquier manual de historia medieval que se precie, es su castillo musulmán. Su existencia está comprobada ya en el siglo IX, siendo conquistado a los Banu-Qasi zaragozanos por el emir cordobés en el año 882; en el siglo XI, los Banu-Hud fijaron una residencia y la fortaleza responderá al nombre de Rotalyeud. En 1083, su alcalde Aben-Falaz prometió la entrega de la plaza amurallada al rey Alfonso de Castilla, pero una vez allí el castellano fue atacado, perdiendo la vida, entre otros, el infante Sancho de Navarra. El último Banu Hud de Rueda, Saif-al-Dawla, Zafadola para las fuentes, intuyendo que su protección por Alfonso el Batallador (conquistador de Rueda de Jalón en 1119) ya peligraba, cedió sorprendentemente sus posesiones ruedanas a Alfonso VII de Castilla a cambio de dominios en Toledo. Corría el año 1131. Este personaje vinculado al Jalón, vasallo de Castilla, moriría el 5 de febrero de 1146 cerca de Chinchilla (Albacete). Ciertamente, la ubicación del castillo en lo más alto de un macizo yesoso, aprovechado para elevar dos torres de vigía en otros tantos vértices –Las Hermanicas-, le concedió una gran importancia estratégica en su momento álgido, y de la gran magnitud sirva de muestra su gran recinto amurallado, con un eje máximo ¡de 200 metros!. El interior presenta tres recintos perfectamente delimitados, siendo el más elevado el menos espacioso. Quizá el castillo de Rueda de Jalón, por lo menos en la intención constructiva, guarde algún parentesco con otra fortaleza taifal de gran significación histórica, la alcazaba de Almería.

VISTA AÉREA

Rueda de Jalón desde el aire.

Vista Aérea

Otra fecha clave en la Historia de Rueda de Jalón será el 30 de marzo de 1366 cuando el rey Pedro IV de Aragón (1336-1387) erigió a Francisco de Perellós, por sus servicios prestados en el Rosellón –sur de Francia-, como vizconde de Rueda. Estamos, pues, ante el nacimiento de un nuevo título nobiliario con transmisión hereditaria. Dicha instauración uniría ya para siempre a las villas de de Rueda y Épila, o lo que es lo mismo a sus castillos murados y a sus multi-étnicos habitantes (cristianos, musulmanes y judíos), pudiendo aplicar sobre ellos cualquier tipo de justicia (mero y mixto imperio), muerte incluida. Sin embargo, el vizcondado cambiaría de linaje antes de finalizar el siglo XIV y los derechos recaerían en los Ximénez de Urrea. Y será en 1488 cuando el vizconde Lope Ximénez de Urrea recibirá del rey Fernando el Católico (rey de Aragón entre 1479 y 1516) una titulación de mayor rango y mayores territorios, la de conde de Aranda.

La Edad Moderna prorrumpirá con la edificación de la iglesia de Santa Ana, construida en el siglo XVI, de una sola nave y cubierta con bóveda de crucería estrellada, consta de dos tramos y cabecera poligonal. Igualmente contó con su torre mudéjar que se desplomó a finales del XIX. Su fachada de tapial y ladrillo da cobijo a una puerta con arco de medio punto y adornada por pilastras que soportan un entablamento de orden toscano. Retablos del siglo XVII y XVIII (Santa Ana, Virgen del Rosario, Virgen del Pilar o Nuestra Señora de los Ángeles) adornan su interior.

Pero si en algún momento corrió peligro la supervivencia de Rueda de Jalón, ese fue en 1610. El 17 de abril de ese año Felipe III firmaba la orden de expulsión de los moriscos aragoneses que suponían el 20% de la población total de Aragón pero con desigual reparto pues el valle del Jalón era de las zonas más afectadas y, por entonces, la villa contaba con 135 fuegos de esa índole que equivaldrían a unos 675 ruedanos moriscos. Sin embargo, la crisis demográfica ya parece superada en 1646 cuando son 275 los vecinos contrastados, en parte por la interesada labor de los condes de Aranda de repoblar sus vacíos humanos con vasallos propios de otros lugares (incluidos franceses del Rosellón).

Introducidos ya en época contemporánea percibimos también el protagonismo de Rueda en la llamada batalla de Épila (23-24 de junio de 1808) contra el invasor francés. El general Palafox hizo frente a un ejército francés de 2.000 infantes y 300 hombres a caballo que siguiendo las ordenes del mariscal Lefèbvre tenían intención de imposibilitar cualquier suministro, ya sea de hombres o víveres, a la sitiada Zaragoza. Palafox acondicionó un cordón defensivo sustentado en tres puntos clave: el río Jalón a la izquierda, una paridera sita en el llamado Camino de Zaragoza de Épila a la derecha y las Hermanicas de Rueda en el centro. Enseguida se percibió la inferioridad española y Palafox ordenó el inmediato repliegue hacia el santuario de Rodanas, admitiendo que fue la caballería del comandante Francisco Ferraz, apostada en Rueda, la que logró salvar con sus maniobras al grueso de su ejército.

La noche del 17 de febrero de 1881 debería figurar entre las más tristes de la Historia de Rueda de Jalón, esa noche y día se escuchó el estrépito del desplome de la torre mudéjar de la iglesia de Santa Ana, aplastando en su caída las casas más próximas. El balance fue de ocho personas muertas en el acto y cuatro más posteriormente por las heridas sufridas en tan fatídico día. Y el empeño de elevar otra torre semejante se desechó ante la posibilidad de una nueva tragedia.

No obstante, el vigor demográfico de Rueda de Jalón se iría consolidando con el devenir de los años y si en 1858 eran 856 los habitantes en 1930 se sobrepasarían los mil, 1041 con exactitud.

Y ya como último trazo histórico, Rueda como toda comarca de Valdejalón permaneció en la retaguardia del Bando Nacional contra la República en la fraticida Guerra Civil (1936-1939) y los ruedanos, como la mayoría de españoles, sufrirían las duras condiciones de escasez y penuria de la post- guerra.